Para mí la literatura siempre es autobiográfica, es terriblemente
autobiográfica pero a través de este elemento de transposición. En fin, la obra
es el lugar donde uno se descubre por completo y donde encuentra el más seguro
refugio. En este juego voluntario de revelación detrás de la ocultación, se
encuentra la esencia de la fuerza que lleva a la creación literaria. Detrás de
cada obra se encuentra un creador con sus obsesiones y sus sueños muy
particulares.
Juan García Ponce
Lo íntimo no puede velarse por completo. La vida
de García Ponce no tiene muchos cabos sueltos, mucho se ha hablado de él
mientras vivió y los estudios sobre su obra son extensos. Sin embargo, no se ha
tenido la oportunidad de indagar en su vida durante su enfermedad, y cómo ésta
influyó para su escritos posteriores a la desaparición de su grupo.
A García Ponce se le ha
nombrado como “el director espiritual” (Emmanuel Carballo) de la llamada
Generación de Medio Siglo o de la Casa del Lago; él organizaba las tertulias
literarias e inclusive fue el iniciador de una filosofía que se filtraba en sus
textos, que principalmente, junto con Inés Arredondo, se concentró en ver al
arte como su vida misma.
A través de su Autobiografía precoz, su infancia se trasluce
siempre de la mano de su papel como escritor, y, aunque criticada, da ciertos
indicios para comprender el porqué de su obsesión por la escritura. Creció sus
primeros doce años en Yucatán, aunque un tiempo lo vivió en Campeche, y, según
él mismo dice, nunca dejó de ser yucateco: recurrentemente da referencias a su
ciudad de origen. Al inicio de su pubertad se mudó a la ciudad de México, y
tiempo después regresó nuevamente a Yucatán. Estos traslados marcaron
firmemente su literatura. Arrastró consigo las imágenes contrastantes de lo
provinciano y lo urbano.
Su
padre era español, y trabajó un tiempo extrayendo chicle en Tenosique, tuvo una
amante e inclusive sus últimos años de vida le recordó a García Ponce que
durante el tiempo que vivió en la selva con su amante, había sido feliz. Su
madre era de una familia acomodada, sin embargo el verdadero papel de madre lo
cumplía su abuela, quien lo crió, y con quien compartía juegos e historias.
Su amor por la literatura nace
en una faceta no tan temprana, y sin embargo fue su única verdadera compañía
durante toda su vida, más afianzada durante su enfermedad. Comenzó leyendo a
Thomas Mann, y decidió que estudiaría literatura en su regreso a Yucatán, según
él mismo menciona, por un “proceso de eliminación”. No obstante, desde su
incursión a la facultad se introdujo en proyectos editoriales y simpatizó con
algunos de los escritores que conformarían, junto con él, la ya mencionada
Generación de medio siglo.
A sus escasos 24 años ganó el
Premio Ciudad de México, Salvador Novo vio en él un gran dramaturgo, queriendo
apadrinarlo, sin embargo el teatro como una experiencia estética no lo llenaba,
por lo que decidió dedicarse a la narrativa y la crítica. Mantuvo una actitud
crítica hacia las instituciones, incluso renunció a su segunda beca del Centro
Mexicano de Escritores (1951), y sin embargo continuó solicitando apoyo
económico, algo de lo que los escritores modernos y posmodernos no pueden
prescindir, no obstante sus ideologías.
La generación a la que
perteneció tenía una posición crítica y comprometida con la sociedad y los
hechos que acontecían, se vieron inclusive involucrados en el movimiento de
1968, García Ponce fue confundido y encarcelado, como relata Monsiváis, y se
comprometió aún más con la situación, no obstante ya haber sido diagnosticado.
Se vio rodeado siempre de
gente que estaba inmersa políticamente en la cultura, como Octavio Paz.
Consiguió hacerse de puestos importantes, como en la Revista Universidad de
México, la Revista Mexicana de Literatura y en la revista Vuelta, del ya
mencionado premio Nobel, lo que llevó a este grupo a ser criticado como una
“mafia”, ya que entre ellos se publicaban, y publicaban a los que consideraban
afines. Algo que ocurre inclusive hoy día.
Esta
generación vio su fin con la llegada de Gastón García Cantú a la coordinación
de difusión editorial de la unam,
en 1967. García Ponce dejó las cuestiones políticas para dedicarse por entero a
su pasión: la literatura. Fue de los únicos que prosiguió y se dedicó fielmente
a escribir, apartado de el exterior. Huberto Batis dice que fue una generación
autodestructiva.
En 1966
supo lo que le acecharía durante casi 40 años más de su vida, esclerosis
múltiple:
Lo que hice entonces –dice
Juan– fue dar una vuelta en mi coche y meditar. Me estacioné en una calle y
pensé: ‘¿Qué hago? ¿Me suicido? ...’ Como lo sabes mi defecto es la curiosidad
e inmediatamente pensé: ‘Me suicido y ¿qué tal si pasa algo en este año? ¿Qué
tal si pasa algo maravilloso?’ Decidí quedarme y arranqué mi coche diciéndome:
‘Vamos a ver qué pasa en este año’. (Poniatowska en Pereira 45)
Esta
enfermedad crónico-degenerativa, ya a sus más de 60 años, lo tenía sin poder
articular palabras, si acaso un pequeño susurro que tenía que ser traducido y
comunicado por un amanuense, y aun así siguió produciendo ensayos y cuentos,
incluso publicando. Su más fiel compañera, valga el cliché, fue la literatura y
su filosofía del cuerpo como guarida del alma, y del arte como vida, su
no-cuerpo en contraste con el cuerpo erotizado de sus cuentos y ensayos, es
paradójico. Jamás lo evidenció así, no habló de su enfermedad, e incluso
quienes se acercaron a él mencionan no haber sentido que se encontraba enfermo:
A pesar de que no se mueve,
Juan es un hombre libre. Su cuerpo, enjuto por la enfermedad, estalla de
fortaleza. Es tan expresivo que a uno se le olvida que Juan sólo puede levantar
los brazos con el pensamiento. Después de cinco minutos el que se impone es él,
el que dicta es él, el que lleva la conversación es él. Quizá no pueda sostener
su cabeza pero su cerebro se yergue poderoso e ilumina cada inerte pensamiento.
(Poniatowska)
García Ponce manifestó siempre
que para él la obra debe justificar la vida y no al revés, por eso mismo su
encierro para convivir con sus escritos, más que apartarlo de la realidad, lo
acercó a su realidad y revitalizó su literatura. Este empecinamiento por
escribir pudo haberlo provocado un reto, su padre, cuando él le comentó su
decisión de estudiar literatura, le dijo: “No vas a llegar a ningún lado” y “te
vas a morir de hambre”, contrario a esto, el mismo García Ponce menciona que
jamás sufrió de hambre, y sólo quizá de quedar insatisfecho.
Este reto
es quizá parte de su conducta transgresora, no sólo en el plano moral, sino
también en lo colectivo, hacia otros escritores: “Por eso también lo acusan de
agresivo, de violento, de cabrón, porque se atreve a poner las cosas en su
sitio, a decir verdades, a exponer plenamente sus obsesiones, sus manías, sus
preferencias.” (Vicente Melo en Pereira 32)
Como intelectual, Juan sostuvo infinidad de
polémicas tanto personales como públicas con escritores, editores, grupos de
poder, mafias y camarillas en defensa de sus ideas, de la libertad de
pensamiento, de la autonomía y el respeto hacia la buena literatura, independientemente
de las nacionalidades, los cuatachismos,
los gremios y las cuestiones éticas o morales, las cuales más de una vez le
cerraron las puertas, le negaron becas o premios y le impidieron publicar sus
comentarios. (Albarrán en línea)
Este mismo reto de no rendirse
ante la literatura, se ve reflejado durante su enfermedad, no obstante le
habían dicho que viviría no más de seis meses, vivió todavía cuarenta años
intensamente. Se casó tres veces y tuvo dos hijos. En su casa, según mencionan,
nunca faltaron orgías y literatura.
Fuentes
Albarrán, Claudia. A la memoria de Juan García Ponce Ç(1932-2003). México: itam, en línea: http://biblioteca.itam.mx/estudios/60-89/69/ClaudiaAlbarranAlamemoriadeJuan.pdf
Armando Pereira. La escritura cómplice. Juan
García Ponce ante la crítica. México: Difusión Cultural, unam, 1997.
Barros, Salvador. “A Juan García Ponce in
memoriam”, en El siglo de Durango, Norte y sur, 2003, en línea: http://www.elsiglodedurango.com.mx/noticia/24668.norte-y-sur.html
Cartas, Ricardo. Las estrategias de resistencia en “La invitación”, de Juan García Ponce.
Puebla, México: Universidad Iberoamericana Puebla, Tesis, 2009.
Días y Morales, Magda. Presentación. México, en línea:
http://www.garciaponce.com/autor/presenta.html
García Ponce, Juan. Obras de un escritor yucateco sobre su tierra. Tomo 1. Yucatán,
México: Universidad Autónoma de Yucatán, 1997.
Martínez Morales, José Luis. Juan García Ponce y la Generación del Medio
Siglo. Xalapa, Veracruz, México: Instituto de Investigaciones Lingüístico-literarias,
Universidad Veracruzana, Colección Cuadernos, 1998.
3 comentarios:
Me gustó mucho el texto, Ruth porque, con respecto a lo biográfico, casi no se hace hincapié en el aspecto académico y aquí lo académico se funde con las vivencias del autor, lo cual arroja luz para comprender al autor.
Arte como vida misma. Casa del Lago como un lugar clave para entender la literatura mexicana del siglo XX.
Texto sobre las cartas que intercambió con Bianco:
http://www.letraslibres.com/revista/dossier/cartas-cruzadas
Cartas cruzadas con José Bianco, editor de la Revista Sur. Muestra el papel que ambos, como editores, jugaron en la canonización de cierto tipo de obra erudita, centroeuropea.
Quién los calificó de mafía? Cómo funcionó dicha mafia, si funcionó? En realidad, el campo cultural mexicano siempre fue muy reducido.
La enfermedad es clave en la trama biográfica de Ponce. La cuestión es encontrar esta imagen, la enfermedad, como llave interpretativa de su obra, su generación (Batis, generación autodestructiva), o de algo. Pero lo importante es descubrir la correspondencia.
Es interesante cómo se aborda de la vida de Juan García Ponce y cómo otros autores se han ocupado de trabajar la vida del autor. Creo que es importante el guiño que das a la vida de este autor y las implicaciones que hay dentro de su obra.
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