Entrevista
emancipatoria: El recorrido del espíritu[1]
Mis
preferencias van en éste órden: Primero la literatura, después las mujeres y
luego lo que venga… (risas). Hernán Lara Zavala me preguntó una
vez, en un tono más bien humorístico: "¿Has sido fiel alguna vez en tu
vida?" Yo le contesté: "Sólo a la literatura".
Viví hasta los doce años en Mérida, una provincia
entonces bastante apartada de la vida de México, y además al cuidado y bajo la
vigilancia de mi abuela. Mi formación, a cargo de
religiosos, tiene bastantes puntos de contacto con la de Rufo y en cambio está
desprovista casi por completo de todo color local mexicano. El escenario de mis
veranos está descrito en gran medida en La gaviota. Eso aclara muchas
cosas, ¿no le parece? México me es un poco ajeno
y extraño y ahora, en el presente, lo que se entiende al menos por la cultura
oficial mexicana sólo me despierta la más abierta oposición. Como escritor y
como persona no quiero más que esos puntos de contacto que pueden encontrarse
en los sitios más dispares y cuyo único verdadero lugar es el arte. Lo otro es
vida personal.
Desde los 18 años aspiraba en secreto a ser
escritor, sin decidirme a escribir nada en serio hasta que me denunciaron
algunos acontecimientos públicos. Ese deseo de escribir tardó sólo dos años en concretarse para mí solo y se hizo público
cuando recibí el premio Ciudad de México de manos del presidente Adolfo Ruiz
Cortines en 1956. Siempre fui un lector fanático de ese placer de
escribir. Por
"siempre" quiero decir desde los seis años cuando aprendí a leer. Mi
vida está hecha sólo de literatura.
Cuando supe que me había enfermado de esclerosis en
placas fui dar una vuelta en mi coche y meditar. Me estacioné en
una calle y pensé: ‘¿Qué hago? ¿Me suicido? ...’ Mi defecto es la curiosidad e
inmediatamente pensé: ‘Me suicido y ¿qué tal si pasa algo en este año? ¿Qué tal
si pasa algo maravilloso?’ Decidí quedarme y arranqué mi coche diciéndome:
‘Vamos a ver qué pasa en este año’.
Recuerdo todavía que yo ya no sentía nada, al grado
de que en Neurología me sacaron líquido raquídeo sin ninguna anestesia. Pero los necios
triunfan. No me morí, como se ve, y un día yo, que pasaba las tardes leyendo en
mi antigua cama de soltero y las mañanas escribiendo, sentí entre las piernas
la presencia de Clarisa, la bella gata negra que me había regalado Michèle. Se
lo dije con alborozo. No sé por qué ocurrió. Augusto Fernández Guardiola dice
que eso es imposible; pero pasó.
No creo en absolutos, lo cual no me quita la
fascinación por ellos. María Luisa no deja de
asombrarse que digo siempre que soy ateo, y tengo un absoluto sentido
religioso. Por algo los místicos han sido siempre sospechosos para la Iglesia. Yo
no quiero ninguna Iglesia, ni siquiera la de Musil.
Ahora sólo me queda recordar que en alguna ocasión,
para pedirle su firma de apoyo por algún lío burocrático, llamé a Juan Rulfo y,
después de darme permiso para utilizar su nombre, me comentó con una mal
disimulada nostalgia: "¿Y tú, escribe que te escribe?" Le contesté
que sí, y pienso que debí haber agregado: "Pero nada comparable a El
llano en llamas y Pedro Páramo". Ahora, si pudiera hablarle por
teléfono, le diría: "Sí, sigo escribe que te escribe, y gracias a ello
hasta he ganado el premio que muy merecidamente lleva tu nombre: un nombre
inmortal dentro de la literatura".
Etnográfico
participativo: La mortalidad del alma[2]
Completamente
extrañó para mí, y a la vez cercano a través de sus obras, García Ponce es de
aquellos escritores a los que teme uno hablarle por su imponente presencia, aun
con aquel cuerpo frágil. Muere en 2003, extraño es que se hable en presente
sobre él, sin embargo, es posible recrear su cercanía a través de todo lo
escrito y ya dicho por él.
Nunca fue demasiado reservado con respecto a su
pasado como lo fue con su enfermedad, no obstante, durante ese tiempo su
discurso fue más prolífico. ¿Por qué un hombre
encadenado a la inmovilidad podría sentirse obligado a escribir? Un hombre así
no cabe en la categoría de lo “común”, pocos son aquellos que al perder la
facultad sensitiva hacia el mundo, siguen forzando su intelecto. Ponce fue uno
de estos hombres. Su enfermedad nunca fue impedimento para sus continuas
reflexiones en torno al arte, al erotismo o a la filosofía del cuerpo. Lo que
sí lo limitó fue la progresiva pérdida de locución, e incluso así logró
encontrar a alguien que pudiera traducir lo que dijese, y siguió empecinado con
escribir.
Dice, ya en sus últimos años de vida: "contra viento
y marea, hoy cumplo 70 años, aunque llego a ellos bastante deteriorado. Ya sólo puedo,
por voluntad propia, mover ojos y boca, pero me conservo delgado, y juro que no
me pinto el pelo. ¿Quién me quita lo bailado? No creo en Dios, soy un ateo
absoluto."
Qué vasto de humor, su vida es una ironía, cómo no burlarse
de sí mismo, siempre interesado en la función del cuerpo, en la proximidad
sexual, y se halla en un cuerpo inerte, inservible; por eso su interés en penetrar
en lo que dejó de experimentar. Se convierte en una
obsesión.
Hablando, siempre hablando, Ponce se expresa de sí
mismo con grandeza y orgullo, sabe que logró cambiar el curso de la literatura
mexicana, se sabe creador y por supuesto, sin huellas de humildad, lo reconoce.
Es placentero para él reconocerse como parte de la historia literaria mexicana,
es el mayor placer que podría tener, no dedicó su vida a otra cosa que no fuese
la literatura. Se acerca expresando: "Mientras siga viviendo voy a escribir.
Cuando me muera yo seré recuerdo, si acaso."
La necesidad de afirmarse como escritor está ahí constante,
su padre le recordaba que no llegaría a ningún lado con aquella necedad de escribir,
García Ponce demostró que no tenía razón, e incluso ese reto se convirtió en
motivación para su propósito. Y muerto sigue reescribiéndose. Encontró la
inmortalidad.
García Ponce no nos habla de su cuerpo, nos habla de
lo que sucede en sus pensamientos, de su recreación del mundo encerrado en un
espacio breve, sin salidas más que la imaginación, él mismo acepta que su
realidad está inmersa en su ser, no en lo externo a él. Las cartas que
intercambia con distintos escritores siempre lo delatan como un hombre
interesado en nada más que el arte y su influencia en los sentidos. Él
nos dice que la verdad de la literatura, de la poesía, puede hacerse más real
que la realidad.
Ficción
no-participativa: El placer del espíritu
“¡Es
tan placentero estar borracho!”. Recordaba esta frase mientras el silbido del
viento primaveral permanecía distante. Abstraída en pensamientos fútiles, no
lograba encontrarle un rostro a esas palabras. En ese momento percibí cerca el
hedor ardiente a una noche de excesos de alcohol y mujeres. Fue cuando recordé
quién había dicho esas palabras. ¿Lo conocía? En realidad no.
Había permanecido esa frase en mi cabeza, sin saber
exactamente por qué, ¿delataba quizá la actitud burlona e irónica de un
escritor en realidad solitario y nostálgico? Leí algunas frases de cuentos como
Tajimara o La gaviota, me detuve en ciertos detalles, las relaciones, el
acercamiento de los personajes. ¿Cuántas de estas acciones pudo haber
experimentado García Ponce, antes de perder movilidad? No hay respuesta
verdadera. Pero, al parecer, él, afirmando siempre la idea del cuerpo como una
simple guarida del alma, no dudo en darle el placer necesario a este cuerpo,
cuyas necesidades siempre iban de la mano con las necesidades del alma.
Todo lo que se representa en sus historias se hace a
partir de imágenes sublimes, que se eternizan. Siempre se ubica en lo natural,
aquella naturalidad que sólo puede ser percibida a través de la vista o de la
mente, él recrea la primigenia percepción del hombre. Su propia naturaleza es
cercada por el muro que es su cuerpo. Pero esa voluntad de seguir alimentando
su espíritu borracho de sensaciones, es magnífica. No duda jamás de su convicción
de ser escritor. ¿A qué más hubiera podido dedicarse? Si se hubiese inclinado
por la medicina, poco hubiera ejercido.
Sólo la literatura y la curiosidad lo salvaron del
suicidio. ¿Se podría comprender la vida de este autor simplemente con leerlo?
Hasta el momento no me he podido sentir tan alejada y a la vez cercana a un
autor, cuya vida difiere completamente de sus historias. Él crea esta
posibilidad de que alguien que ha dejado de sentir físicamente, logre que el
otro sienta.
García Ponce es un ser entero, a
pesar de su imposibilidad de locomoción, porque aprendió a conjuntar su alma
con el exterior a través de la escritura, su cuerpo se volvió innecesario para
vivir su realidad. Y así, el emborracharse de las palabras y de las imágenes es
un placer físico y espiritual.
Fuentes
http://ultracostumnews.blogspot.mx/2011/06/la-mision-del-narrador-segun-juan.html
http://www.nuevaeraonline.com.mx/evocacion-de-juan-garcia-ponce/#qKsuER6e6yd5B4Ac.99
http://www.nuevaeraonline.com.mx/evocacion-de-juan-garcia-ponce/#qKsuER6e6yd5B4Ac.99
Albarrán, Claudia. A la memoria de Juan García Ponce Ç(1932-2003). México: ITAM, en
línea: http://biblioteca.itam.mx/estudios/60-89/69/ClaudiaAlbarranAlamemoriadeJuan.pdf
Armando Pereira. La escritura cómplice. Juan
García Ponce ante la crítica. México: Difusión Cultural, UNAM, 1997.
Barros, Salvador. “A Juan García Ponce in
memoriam”, en El siglo de Durango, Norte y sur, 2003, en línea: http://www.elsiglodedurango.com.mx/noticia/24668.norte-y-sur.html
Cartas, Ricardo. Las estrategias de resistencia en “La invitación”, de Juan García Ponce.
Puebla, México: Universidad Iberoamericana Puebla, Tesis, 2009.
Días y Morales, Magda. Presentación. México, en línea:
http://www.garciaponce.com/autor/presenta.html
García Ponce, Juan. Obras de un escritor yucateco sobre su tierra. Tomo 1. Yucatán,
México: Universidad Autónoma de Yucatán, 1997.
Martínez Morales, José Luis. Juan García Ponce y la Generación del Medio
Siglo. Xalapa, Veracruz, México: Instituto de Investigaciones
Lingüístico-literarias, Universidad Veracruzana, Colección Cuadernos, 1998.
[1] Este texto es una recopilación de entrevistas y textos que García Ponce realizó. En el apartado de Fuentes se encuentran las páginas de donde fue extraída esta información. Todo lo incluido aquí son auténticas palabras del autor, con algunos cambios para lograr la sensación de continuidad.
[2] Se han tomado fragmentos de distintas
entrevistas y textos del escritor Juan García Ponce, existen distintos elementos
que no pertenecen a la realidad del escritor. El autor de este texto no es el
autor intelectual de algunas frases presentadas en este texto.
3 comentarios:
Me gusta mucho el estilo que imprimes en tu entrevista, ese ambiente que recreas es muy similar a los creados por García Ponce.
Leí tu texto y entendí la presencia de las mujeres en García Ponce. En cuanto al relato ficcional, me gustó, es una posibilidad distinta a la que había imaginado, pues el relato es de tí. Excelente texto.
Entrevista: demasiado postmoderno, plagio, pero original la construcción.
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